sábado, 25 de julio de 2009

DON QUIJOTE DE LA PLANCHA

Giovanni Eduardo Rodríguez Solís

gers@costarricense.cr

En un lugar de San José, de cuyo nombre quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vive un Hidalgo de los de plancha en mano, alto, flaco y algo moreno, Don Quijote de la Plancha. Desde niños nos enseñaron que lo héroes, tenían una identidad secreta, y con el pasar de los años aprendemos que los verdaderos héroes, no están en las fábulas, de Superman, la Mujer Maravilla y todos aquellos que leíamos y veíamos. Que al contrario, los verdaderos héroes eran nuestros padres, personas que hacían muchas cosas por nosotros, sin esperar un reconocimiento público, un aplauso, ni ningún tipo de remuneración económica, todo lo contrario, se hubieran conformado con una sonrisa y muchas veces ni siquiera eso recibían. Hoy quiero referirme a don Quijote de la Plancha, un hombre que dedicó su vida a su abuela materna, que lo crió ante la prematura muerte de su madre y que esperó a que esta cerrara sus ojos y fue entonces cuando se unió a la que hoy es su esposa, dedicando todo su esfuerzo, su amor, a su familia. Ya solo esto lo convertía en un héroe, sin embargo, su título de nobleza lo recibe porque después de dedicarle diez horas diarias a su trabajo como técnico en electrónica, se convertía en el vecino, en el ciudadano que no escatimaba su tiempo, aún en contra de la comprensión de su familia para ayudar a aquella señora que llegaba a las puertas de su casa, acongojada porque su plancha no funcionaba, porque su radio no encendía, porque su lavadora no lavaba y a veces hasta para ir a reparar la instalación eléctrica y todo esto lo hacía sin recibir su merecida remuneración y no porque no le quisieran retribuir su trabajo, sino porque él no aceptaba en muchas ocasiones paga alguna, al contrario, le hacía ver a su familia que solo lo hacía por ayudar. Era increíble ver la casa de don Quijote de la Plancha, pasada la noche de la Navidad, porque a la mañana siguiente, la fila en su puerta era increíble, muchos niños del barrio hacían fila en su puerta, para que don Quijote les reparara su muñeca que no hablaba, su carrito que no encendía, su avión que no funcionaba, en fin, hacía realidad el sueño de muchos niños y otra vez, pasaba toda su mañana de navidad haciendo el bien sin mirar a quién. Los héroes existen, pero son tan héroes que no se dejan ver y muchas veces los descubrimos cuando ya no están con nosotros, porque dejan un vacío que solo otro héroe podría llenar. Y como comprenderán no puedo decir la identidad secreta de don Quijote de la Plancha, porque quizás dejaría de ser el héroe anónimo que él siempre ha sido, aún sin proponérselo.

1 comentario:

  1. Este es un artículo, que considero, escrito con un gran sentido humano. Me gusta lo que relata y me encanta la descripción, referida a la gran novela española El Quijote de la Mancha. Mis más sinceras felicitaciones, para esos héroes y para ti, que les haces homenaje.

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